lunes, 31 de octubre de 2011

Centenario del colegio Saleciano de Salta

RICARDO N. ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)

Este año el Colegio Salesiano de Salta cumple 100 años desde el momento de su fundación, a principios del siglo XX. En una reciente sesión de la Cámara de Diputados de Salta, a raíz de un proyecto de la legisladora Fanni Ceballos de Marín, se homenajeó a los establecimientos educativos de la provincia que cumplieron 100 años, y entre ellos se distinguió al Colegio Salesiano en la persona de su director, el presbítero Eduardo Luis Giorda. Miles y miles de salteños pasaron por sus aulas recibiendo una educación que los marcó para el resto de sus vidas.

Porque ser salesiano es llevar una “marca en el orillo”. Como exalumno del Salesiano, tanto del primario como del secundario, y con el raro logro de haber tenido asistencia perfecta, tengo un largo anecdotario vivido y para contar. Antes digamos que la historia salesiana en Salta nace en 1911, con la llegada de los primeros curas que inician sus actividades en calle Florida 186, dando inicio a la escuela primaria y a la Escuela de Artes y Oficios. En 1913 se trasladan a la manzana de Caseros al 1200 para dar comienzo al Colegio Salesiano Angel Zerda. La famosa Escuela de Artes y Oficios, donde se enseñaba carpintería, mecánica, sastrería y artes gráficas (encuadernación, imprenta y topografía), duró hasta 1968, año en que lamentablemente tuvo que dejar de funcionar. Todavía se recuerda el nivel técnico de aquellos artesanos, verdaderos maestros en su disciplina.

Recuerdo entre ellos a uno de los tipógrafos de la vieja imprenta de la Universidad Nacional de Salta, el Sr. Agüero, que conservaba como un tesoro aquellos tipos móviles de plomo con los que se componían a mano las páginas de los libros. También conservo de aquella década de 1960 el primer libro extra que llegó a mis manos: “El habla de mi tierra”, de ese exquisito intelectual y maestro de la lengua que fuera Rodolfo M. Ragucci, el que me fuera obsequiado por el padre Miguel Angel Bessone. Este fue uno de los curas más buenos, nobles y carismáticos que recuerdan los salesianos. Sobre todo por organizar los famosos picnics en bicicleta al río Vaqueros.

También por sus habilidades como inventor de extrañas bicicletas de ruedas gigantes o pequeñas, centradas o excéntricas, por demás curiosas y que hacían las delicias de los chicos de la época. Pero además era un inventor de dínamos, bovinas y otros artilugios eléctricos con los cuales hacía funcionar autitos, realizaba experimentos de física y otras curiosidades. Además, habilitaba a media mañana un quiosco para la venta de bebidas gaseosas y sándwiches de queso y mortadela que eran una tentación. El pan fresco y el perfume de la mortadela de Carcarañá están grabados en el subconsciente de todos los estudiantes de aquel entonces. Mis recuerdos se remontan a las décadas de 1960 y 1970, más precisamente entre 1963 y 1972. Para aquella época no existían en el colegio los cursos más inferiores, esto es el primero inferior, y el primero superior, y la primaria comenzaba con el segundo grado hasta el sexto grado.

La educación estaba casi al ciento por ciento en manos de los propios curas. Algunos profesores comenzaban a tomar la posta con algunos cursos, entre ellos el profesor Ramón Villafañe, a cargo de segundo grado; el profesor Castelli, en tercer grado; el profesor Walter Silvera, en quinto grado, y otros. Pero, como dijimos, la mayoría de los cursos estaban en manos de los propios sacerdotes salesianos, entre ellos Edelmiro Irimia (director), Salvador Borras, Conrado Rossetti, Juan Corte, Daniel Turino, Rafael Arias, Miguel Bessone, Juan Lucena, José Ciolfi, Arturo Vargas, Martín Campero, Avelino Chiavassa, Domingo Masín, Bartolomé Abdón Sartori (director), Angel Abrate, Rinaldo Fernández, Blas González, Victorio del Fabro, Angel Aimoneto, Roman Dalvit, Rafael Arias, Luis Alberto, Carlos Cebreiro, Eusebio Farías, Aldo Pérez, León Bravo, entre muchos otros. Dado que se trataba de un colegio de varones, la llegada de una primera profesora a fines de la década de 1960 fue todo un cambio de paradigma. Con el tiempo la mayoría de los cursos pasaron a tener profesores y profesoras que no pertenecían al ámbito religioso.

Solo unos pocos curas continuaban con la enseñanza. De las filas salesianas salieron también dos importantes sacerdotes que llegaron a arzobispos de Salta, tal los casos de monseñor Roberto Tavella y monseñor Carlos Mariano Pérez. Monseñor Roberto Tavella, primer arzobispo de Salta, falleció el 21 de mayo de 1963 y unas semanas después, el 3 de junio, fallecía en Roma el papa Juan XXIII. El colegio era comercial y otorgaba dos títulos, uno de Tenedor de Libros al terminar tercer año y otro de Perito Mercantil al finalizar el quinto año. De allí que la contabilidad ocupaba un rol central y definía futuras vocaciones de quienes querían seguir la carrera de Contador Público Nacional. Numerosos fueron los profesores que tuvieron una actuación relevante en la enseñanza salesiana.

Entre ellos Moisés Layún, el educador por antonomasia y del cual todos guardamos una respetuosa imagen, que enseñaba geografía y es recordado por su bonhomía; Juan Bautista Guaymás, quien hacía gala de sus profundos conocimientos en historia y trataba de inculcarnos su amor por la historia y que es recordado por su erudición; el matrimonio Gastaldi, que enseñaban inglés y caligrafía; Lía Gallo de Salvatti, una de las profesoras bien a la antigua, a cargo de materias que entraron en cuasi extinción, como mecanografía o dactilografía y taquigrafía; Luis Folco, médico, profesor de anatomía y durante varios años cónsul francés en Salta; Ramón Villafañe, quien además de sus clases en el primario era profesor de educación física; Domingo Naranjo, farmacéutico y profesor de ciencias biológicas; Eduardo González, abogado, que enseñaba materias legales; Felisario Galván García y Delia Martínez, profesores de historia.

La mayoría de ellos ya fallecieron. Otros profesores están jubilados pero siguen completamente activos. Entre ellos se pueden mencionar a Fausto D’Ambrosio Leiva, que estuvo a cargo de la enseñanza de artes marciales y cumplía tareas como celador; Clara Sequeira de Salas, quien enseñó merceología o sea la química comercial con gran entusiasmo y creatividad; Walter Silvera, profesor de castellano y gramática; Marcelo Diez, abogado, profesor de materias de su especialidad y dueño de un gran sentido del humor; César A. Alurralde, reconocido poeta y escritor salteño; y en música Jorge Martorell, destacado pianista internacional que todavía deleita con sus exquisitos conciertos de piano y órgano. En esta síntesis faltan decenas de profesores y sacerdotes que con su trabajo y vocación dieron vida fecunda al colegio en sus distintas etapas. Un siglo de fructíferas realizaciones, lleno de magníficas historias de vida.

Fuente: El Tribuno

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